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RUA DOS ANJOS PRETOS

LO MALO DE FACEBOOK ES CUANDO TE CLAVAN LA AGUJA DE HACER GANCHILLO EN LOS OJOS

LO MALO DE FACEBOOK ES CUANDO TE CLAVAN LA AGUJA DE HACER GANCHILLO EN LOS OJOS

Sin duda alguna, una de las noticias que más regueros de tinta han derramado este año saliente, fuera de las noticias habituales de actualidad, socio-económicas o socio-políticas, ha sido la de la proliferación de las redes sociales y, dentro de ella, cómo facebook ha conseguido batir records de popularidad y fidelidad por parte de los usuarios. Su capacidad para hacer de lo instantáneo un arte – mejorando incluso la taza roja del nescafé – y para sugerir amigos a los que son afines ha atraído a más de un vecino curioso. De hecho, se ha convertido en el cuarto país del mundo en población virtual. Es una fuente inagotable de encontrar antiguos compañeros del colegio o la universidad, de ex – y de antiguos profesores o jefes a los que no tuviste el valor de insultar en su día y la accesibilidad de la virtualidad te permite hacer.

Pero tiene sus peligros y sus contradicciones. Además de quedarse con todos tus datos hasta después de muerto o de tener menos privacidad que la relación de Carla Bruni con Sarkozy, tienes los peligros de que no haya ningún medidor de la responsabilidad, como tampoco lo había en la blogosfera y cualquiera puede descalificar porque eres contrario a sus afinidades.

Así, el día de San Silvestre me vi contestando con un guiño uno de los varios comentarios        que el poeta segoviano Camilo de Ory hace en su espacio. Fue una respuesta chorrada en la que afirmaba que la peor noticia del año había sido que a Obama le dieran el Nobel de la Paz. Una opinión como otra cualquiera, por la que una joven me llamó criminal inmediatamente, calificó mi afirmación de temeraria al haberme olvidado del atentado de la banda terrorista ETA al policía nacional Eduardo Puelles y, de paso, llamó a de Ory “escritor andaluz de sandeces”. Comparto con ella que aquello no dejaba de ser un chistecillo y que no tenía la menor validez, pero la réplica me pareció desmesurada.

En un primer momento, mi sorpresa me condujo a esbozar una contrarréplica, pero luego mi ánimo se contuvo pues entendí que no merecía la pena defenderse de un comentario tan desorbitado y fuera de lugar ante un simple contraste de opiniones sobre estimar qué noticia había sido la peor del año. Y así se lo dejé saber: que no habría contrarréplica por mi parte.

No tardó en aparecer su respuesta: en la que me definió como acólito de Camilo de Ory y siguió sumando descalificaciones de una envergadura que a mí se me figuró excesiva: aplaudidor del terrorismo, chulo y torpe, como síntomas manifiestos de mi diagnóstico del estrabismo moral y mi afiliación a la barbarie. No es honroso, y estoy de acuerdo con ella en lo de torpe, pero he de decir que estos calificativos no sólo me aglutinaban a mí, sino a todos los acólitos de de Ory, que, por lo visto, somos legión sin saberlo.

Si ya de por sí esta crónica de hoy tenía una lectura triste, donde podía verse que hay personas que atacan gratuitamente y sin pudor a los que no son de su misma opinión a comienzos del siglo XXI, lo es más aún, a mi parecer, después de ciertas investigaciones que hice posteriormente. Indagué sobre la persona que me llamó acólito y descubrí pronto que se había convertido en periodista y que, efectivamente, su cara me sonaba por ser una víctima del terrorismo en un día en que la banda terrorista provocó tres atentados con el sistema deleznable (aunque todos sus métodos lo son) de la bomba-lapa.

Y ahora imagínense mi decepción al comprobar en mi propia carne cómo es imposible a día de hoy pensar que acabaremos por el camino del diálogo y la negociación con un conflicto que ha desgastado a todos los españoles durante más de treinta años. El odio, siempre lo he pensado, no es el mejor hilo conductor para ello. Venga de donde venga, ni de los ejecutores ni de los ejecutados. Si por ello he de ser un aplaudidor del terrorismo, hágase la voluntad de quien así lo piense y arrastre yo mi culpa y mi ofensa por defender el sentido común.

 

Canción del día: Grita, de Jarabe de Palo

p.d. Leído en Radio Candil el 4 de enero. El título está parafraseado de un antiguo poema de José Daniel Espejo.

 

1 comentario

Jose -

¡Qué sencilla es la crítica y qué compleja la reflexión sensata! Sí, en pleno siglo XXI.
Y, sobre todo, ¡qué lastima no poder escuchar siempre tus artículos en la radio!
Sugerencia a propósito de este: ¿por qué no los enlazas en Facebook para que los leamos desde allí?

Abrazos enormes.