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RUA DOS ANJOS PRETOS

LA VIDA SIGUE IGUAL

LA VIDA SIGUE IGUAL

 

Cuando uno se marcha de su país durante dos semanas con el simple deleite de desconectar de las cosas, piensa, en la mejor versión cinematográfica de sí mismo, que deja a su país en manos de la providencia y que, a su regreso, todo el curso natural que se hubiera dado de haber permanecido en él, se desmoronará y cambiará su fisonomía de manera similar a como lo hacía en La balsa de piedra de Saramago. Es algo exagerado, pero es que la cinematografía que cada cual se monta en su sesera es exagerada.

Me he pasado quince días sin saber nada de lo que ha ido aconteciendo por aquí en estos primeros días de octubre. Acaso me alcanzó a tantos kilómetros a conocer el dramatismo de los diferentes cataclismos que asolaron Asia, la exhibición impúdica y privada de los festejos por el 60 aniversario del nacimiento de la República Popular de China, cuyas consecuencias viví en una segunda fila privilegiada, y el desafío de la Academia Sueca al bochorno al concederle el Premio Nobel de la Paz a alguien que no lleva ni un año en el poder, ni ha retirado sus tropas de ningún país.

Me he desvinculado de los multiusos de Internet. En primer lugar por satisfacción personal y en segundo por la inaccesibilidad que el gobierno chino ha explayado en esos días tan importantes para ellos.

Y así, después de 22 horas de viaje, he regresado a mi casa, con los oídos taponados por culpa de una lluvia traicionera en Shanghai y la presión de los aviones a la hora de tomar tierra.

He dormido lo que mi cuerpo ha querido, que no ha sido mucho. Y me he puesto a buscar entre las noticias esos cambios deseados, imaginados, en espera de que alguien hubiera recuperado, al menos una persona, la sensatez y hubiéramos evolucionado algo, una noticia que mereciera la pena el regreso, la vuelta a la cotidianeidad y el trabajo.

Pero no, definitivamente no.

En España todo sigue igual. Las noticias parece que me han esperado, que han sido permisivas con mis vacaciones y han decidido dejar los sobresaltos para otra ocasión, quizá más invernal, porque este otoño está siendo de risa, climatológicamente hablando.

Quienes copan los titulares siguen siendo los mismos que cuando me fui, como si ellos mismos por sí mismos fueran el maná nutricional de este nuevo y hastiado antiperiodismo que nos quieren vender desde los medios de comunicación: el grupito del caso Gürtel y sus cansinos cruces de acusaciones; las peticiones de dimisiones y las exigencias de responsabilidades de unos y otros; la lesión de Cristiano Ronaldo, que acapara la indignación de unos memos entrañables, los periodistas deportivos, capaces de llamar a un lance del juego: la lesión más cara de la historia, eso se se dice ya; los abucheos a Zapatero; las lágrimas patriotas de los desconsolados por haber perdido otra oportunidad de ser especuladora y maravillosamente olímpicos; las cuentagotas de los detenidos por corrupciones inmobiliarias, aún ahora que se habla de la crisis del ladrillo; los irracionales que siguen sesgando las vidas de sus parejas; la poca vergüenza de Antena 3 que se ríe de las muertes de los afectados por la gripe A, inventándosela para sus alumnos de su nuevo programa Curso del 63; la academia de Cine, que al mando de un desconocido Álex de la Iglesia, mediocre director de cierto talento y hacedor de pastiches legendarios como Perdita Durango, Muertos de Risa y Crimen Ferpecto, decide de nuevo llevarse a los Óscares a Trueba, pasando por encima de Almodóvar.

Sólo desfallezco un poco ante la siempre triste noticia de la pérdida irreparable: en este caso, la de Mercedes Sosa y Miret Madalena y las críticas a la nueva película de Amenábar.

Pero reconforta saber que podría coger ahora mismo el petate y salir pitando de nuevo, perderme otras dos o tres semanas, que aquí seguirían los mismos disfrutando del reflejo de su imagen en el espejo de sus banalidades.

Es trágicamente hermoso saber todo esto.

 

p.d. Leído en el programa Días de Radio, el pasado 14 de octubre.

 

 

1 comentario

jorobar -

Ojo, mucho ojo, siempre hay algo nuevo bajo el sol, pero la sensación de dejá vu, el astio y hasta la ansiedad son esas nubes de tormenta que nos ocultan la luz y la alegria. Ojo, mucho ojo, que no nos pase desapercibido el detalle, la inquietud o el ansia.