EL PÓQUER COMO RENOVACION DEL CASINO
Me encontraba en esos minutos de la basura en los que nos sentamos a esperar que se haga nuestra hora de salida para terminar mi jornada laboral del sábado. Cogí una revista que había por allí, cerca de la mesa. Una de ésas que los hoteles tienen a modo de promociones varias. Hablaba de póquer, una de esas publicaciones que te hacen un resumen mensual, amplio y exhaustivo de todo lo acaecido en los innumerables campeonatos y torneos que se celebran a lo largo de todo el orbe terrestre. Una de tantas que han ido proliferando en los últimos cinco años en nuestro país, en la que cuatro o cinco jugadores profesionales consagrados se lo guisan y se lo comen para demostrarles a los demás lo cojonudos que son y lo mucho que les gusta mirarse el ombligo.
Un artículo levantó especialmente mi curiosidad, más que mitigada a tales horas de la mañana. Se trataba de una especie de historia abreviada del juego en España en diversos capítulos. En esta ocasión, casualidad de casualidades, le había tocado al capítulo del póquer nacional. En él se atrevían a asegurar, grosso modo, que los casinos subsistían anquilosados en un bucle que iba repitiendo los periodos que se dieron durante el Medievo: Alta y Baja Edad Media y que los colonos que fueron a hacer las Américas, exportando el Poker Texas Hold’em de Las Vegas para promocionarlo aquí y darle la alcurnia y el prestigio que hoy tienen fueron los Giotto, los Botticelli, los Donatello de la actualidad. Con ellos llegó el Renacimiento a las salas de juego y todo se volvió mágico de repente y accesible.
Son esos jugadores profesionales, cuyo atuendo principal son unas gafas negras, los que pueblan los pasillos de los casinos, aullando ante la valentía de un fulano que se juega la posibilidad de hacer una escalera con una trucha, que, para los profanos como un servidor, es una de las mejores jugadas que hay con tus dos naipes y al que vitorean porque se ha llevado después de unas horas un premio de 3000 pavos. Insertos en las más variopintas publicidades de las casas de apuestas virtuales que pululan por esta Nueva Europa que están construyendo, con sus gorras de béisbol americano o sus capuchas de skaters, aseguran que esta nueva configuración del paisaje ha cambiado el obsoleto y rancio abolengo de las salas de juego, en las que, hasta hace bien poco, se solía exigir etiqueta o no se permitía el acceso a ellas sin un calzado apropiado al menos. Lo mínimo que se pedía era una chaqueta para los caballeros y vestido para las señores y el personal te trataba de usted en cada momento, aunque pasaras allí más horas que ellos mismos y supieran más de sus cosas que su propia familia. Dentro del colmo del elitismo recalcitrante, hasta contaban con un servicio de guardarropía, donde también se podía alquilar ciertos enseres, necesarios para la entrada al recinto de juego.
Pero como dicen estos pupilos de Da Vinci, son nuevos tiempos y hay que espabilarse. Los casinos se han reciclado para dar cabida a más visitantes y potenciales clientes y se han ido quitando - algunos paulatinamente, otros de un plumazo - todo el boato y la etiqueta de club selecto que antaño todos conocíamos y que, al parecer, tanta grima daba a los que sabían que con el contenido de su cartera no podían ascender tales escalones. Ahora las chanclas, los chándales y los bermudas están a la orden del día y cualquier billete de curso legal es recibido con la mejor de las sonrisas. Entran como quien ha quedado para hacer botellón con sus esparteñas fashion y acoplándose en las posturas más risueñas para que apreciemos correctamente sus shorts de marcas reconocibles para todos y se les trata más campechanamente que a la familia real. Cuando hay que requerir la presencia de alguien por megafonía interna para comenzar un sit&go se les llama por su nombre de pila y todo el mundo parece de lo más feliz.
Y a mí me ha dado, fíjense qué cosas, a las cinco y media de la madrugada, por extrapolar todos estos signos de decadencia de este pequeño circo de las vanidades al resto de la sociedad, donde lo vulgar arrasa hasta la ataraxia y uno puede señalarle a su compañero ocasional el detalle de la vena de una mano en un cuadro de Renoir con la ayuda de un objeto punzante como es un paraguas y nadie de los que ven la escena le llamarán la atención horrorizados ante tamaña desconsideración y falta de educación. Por lo visto y sentido en mis diez años largos de servicio al cliente, éstos, ellos, nosotros, todos, tenemos ciertos derechos inalienables al adquirir una entrada o al traspasar una puerta. Es decir, derechos que no se pueden enajenar, que no se pueden ni vender, ni ceder ni transmitir legalmente. Y a todos nos gusta ser clientes en esta sociedad altamente consumista. Que nos traten exactamente como nosotros queremos: como a un perfecto cliente.
La pregunta que debemos hacernos es la siguiente: si cuando adquirimos ciertas entradas nos convertimos en clientes de inmediato, y dejamos nuestra parte de ciudadanos en la puerta, antes de entrar, a la señorita amabilísima de la recepción o del guardarropía.
Canción del día: Viva las Vegas, de Elvis Presley.
p.d. Leido en Radio Candil el 21 de Septiembre.
1 comentario
pernica -
A nivel de casinos la verdad es que yo creia hace cinco años que trataria con gentelmans y no con niñatos/as que vienes a eso, hacer botellon y a darselas de señoritos ( pobres "jartos" de pan) y me temo que como esto siga asi nos vemos rodeados de freakyes del poquer texas holemd y de las magics ( juego de rol basado en cartas ) ufff... en mi corta vida de capullo.....perdon.... croupier ( jajajaja) creo haberlo visto todo e incluso el futuro de esta labor que realizamos, el futuro pinta negro zahino y bragao pero que le vamos hacer... no nos pagan por pensar y si ese es el futuro de los casinos pues que asi sea, a mi personalmente me la resbala jajajaj
Y globalmente, pues que decir.....todas las empresas solo miran por y para ellas y con tal de conseguir cuatro perras pues son capazes de vender a su difunta madre con un lazo en la cabeza si hace falta,y el resto de la sociedad como deseamos ser tratados como "señoritos" pues nos encanta y nos dejamos encandilar por ellas ( las empresas ) pero amigo esto son como las lentejas que si quieres las comes y si no ........
Y por ultimo y haciendo referencia a cuando "compramos" una entrada a algun recinto,compramos nuestro derecho a ser tratado con educacion y cortesia pero que a nadie se le olvide mirar lo que pone en el reverso de dicha entrada, por que pone algo asi como -no se olvide de que a demas de tener derecho a lo ya mencionado tambien tiene usted la OBLIGACION de tratar de igual manera a la PERSONA que le atiende, muchas gracias y que disfruten de su velada.
Pos na ahi queda aso