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RUA DOS ANJOS PRETOS

LEER EN TIEMPOS REVUELTOS

LEER EN TIEMPOS REVUELTOS

 

¡Púchica diegos, la que se nos viene encima! Eso es lo que diría Manongo Sterne, uno de los personajes más entrañables que haya creado jamás el creador de entrañables personajes llamado Alfredo Bryce Echenique.

Así comenzaba su recomendable obra No me esperen en Abril y podría ser una inmejorable forma de comenzar más de una novela y más en los tiempos que nos ha tocado vivir.

Tan extraños estos tiempos, insisto, que se está dando un dato curioso y muy peligroso, casi imperceptible pero que romperá cadenas y nos dará más de un susto. El dato ha pasado prácticamente desapercibido, sólo lo he visto recogido en el diario que dirige Francisco Marhuenda y es escalofriante. Y es que a la interminable lista del paro, que se va agrandando cada mes más, se está sumando un aumento cuantitativo del número de lectores en nuestro país.

A priori, no parece alarmante la cosa. En términos globales, la subida ha sido prácticamente de medio punto, hasta lograr un escaso 55% (muy por debajo, por ejemplo, del 56,9 del año 2007. Pero hay que saber quitarle el telillo de la nata a la noticia, como hacemos con los tazones de leche, que nos dejarán ver después el intenso color del cacao. Hay que ahondar en los datos y ver que la media de las horas semanales que un español dedica a la lectura ha subido a 6, cifra que se alcanza por vez primera.

Esto ya es preocupante, pero es que, además, algo más del 40% de los parados que hoy cobijamos dedica tiempo a la lectura y lo explican por la incidencia de la crisis y el menoscabo y perjuicio que ésta ha provocado entre los profesionales de mayor nivel educativo.

Y esto sí que acojona, señores. Este dato ha sido el que ha puesto en alerta a sindicatos, gobierno y patronal, activando la urgencia por lograr un pacto social que dejara insatisfechos a todos, pero claramente necesario. Según el estudio anual, los jóvenes españoles, que ha de ser una de las franjas de edad con más paro actualmente, se están equiparando a la media europea, rozando el 80%.

¡Púchica diegos, hay que darse prisa! Esto no puede estar ocurriendo. Imagínense una sociedad letrado, docta y en paro. Gentes en los parques dándole de comer a las palomas y recitando los versos de Ángel González o Luis Alberto de Cuenca, decenas de personas en las colas del INEM leyendo en su idioma original a Petrarca, Proust o Milton, muchedumbre reunida alrededor de una lectura de Félix Grande o Antonio Gamoneda, para emocionarse con el Blanco Spirituals del emeritense o el Libro del Frío del ovetense; una multitud congregada en torno a una pieza del ingobernable  Darío Fo, todo un auditorio de parados escuchando las milongas del comunista Saramago o las batallitas del reportero de guerra Pérez Reverte y haciéndose las inevitables preguntas que siempre las certeras palabras del portugués o del cartagenero suscitan.

Ya me veo a las fuerzas del orden echando agua a esa masa enloquecida con pancartas, abogando por más bibliotecas públicas y menos Plan E, cuyo único lema sería los tres primeros versos de la famosa y siempre necesaria Canción a las Ruinas de Itálica de Rodrigo Caro, ésos que dicen:

 
Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora
Campos de soledad, mustio collado,
Fueron un tiempo Itálica famosa.
 
¿Qué sería de nosotros si los parados de este país en vez de llorar sus penas con la chica de la última página del As o 
con las ayudas arbitrales sucumbieran ante los encantos de la palabrería mágica de Paul Auster o Javier Marías o a las
aventuras que hacen pensar en utopías de Jonathan Swift o los universos homéricos?
Una sociedad en paro e interesada por la información y el conocimiento no es algo bueno. 
Es el preámbulo del caos, el desorden y la revolución.
Quien ha leído libros lo sabe.
 
 
p.d. Leído el 18 de febrero de 2010 en el programa Días de Radio.

 

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