UN MENÚ DE PERROS
No dejo de sorprenderme ante la proliferación de perros que en mi urbanización viene dándose en los últimos meses. Aumenta paralelamente con la aparición de niños correteando y de madres primerizas que se cuentan anécdotas de pañales y las diferentes tonalidades de los residuos de sus infantes. Todo con esa naturalidad propia de los microcosmos, al igual que un grupo de enfermeras habla de antidepresivos tricíclicos o uno de poetas de la simetría rítmica entre Kavafis y Baudelaire.
Así, bajo el falso ideal de sociedad de bienestar que nos hemos creído, repetimos el modelo de familia que esta sociedad nos ha impuesto: una pareja, un niño, una mascota. Podríamos pensar que la venida de un perro sustituye el recibimiento de un segundo hijo o que la llegada de un hijo suple la posibilidad de una segunda mascota en casa.
Por esto, tampoco es de extrañar que en esta sociedad tan acostumbrada a los cánidos y al esparcimiento con ellos, surja la idea de que los chinos son unos bichos raros porque se dice que comen carne de perro. Y como la curiosidad no es algo que nos sea del todo ajena, cuando juntas a un grupo de españoles y los sueltas de luna de miel por el gran país asiático es de contundente lógica que, antes o después, van a hacerle la pregunta de rigor a los guías: ¿Aquí se come perro?
El guía de turno, sin borrar la sonrisa, dirá que los chinos son respetuosos en su mayoría con los perros, conocedores de la repulsa generalizada que eso nos provoca a los narizotas – apelativo por el que llaman a los occidentales - pero aclararán, acto seguido, que en la región cantonesa, mucho más sureña, es tradición comerse todo lo que tenga cuatro patas, excepto las mesas y las sillas. Entonces, ¿en Pekín, coméis perro?
A esas alturas ya hemos visto infinidad de perros siendo felices mascotas de felices pequineses, y sabemos que hay una raza de perro a la que se le llama precisamente así, pero el gusto de los españoles por generalizar como si de silogismos se tratara es más poderoso que la lógica. Es como si un islandés visitase Almería y le preguntara a los alegres transeúntes si ellos alguna vez habían practicado el tiro en la nuca, puesto que un reducido grupo de ciudadanos nacidos en Euskadi alguna vez lo han llevado a cabo. Eso sería otro silogismo, aberrante, pero silogismo.
Al igual que, bien pensado, lo sería, un silogismo aberrante, el hecho de pensar que los más de 1300 millones de habitantes de China hubieran comido carne de perro alguna vez. Los guías, continuando con su amabilidad, nos comentaron que hay una creencia de que la carne de perro es buena para mantener la virilidad. Por lo tanto, tradicionalmente ha sido una práctica reservada exclusivamente a los hombres. Sólo con ello, ya estás quitando de en medio esa repulsiva, desde el ojo occidental, tradición a más de la mitad de la población. Y se sabe que en Cantón el perro para consumo humano es un perro criado en granja y cebado con piensos, para su engorde y posterior disfrute. Reconocen los que han hablado con los que la han probado que es una carne de sabor fuerte y muchos aseguran que con una sólo experiencia es suficiente.
Así, algunas de las excursiones que los chinos nos preparan será una visita a un mercado típico tradicional de una ciudad. Por ejemplo, el que visitamos en Suzhou, donde uno encuentra de todo, si tiene tiempo a pararse a mirar y a observar, dejándose llevar por la algarabía de los lugareños.
Había de todo, ya digo: pollos, anguilas, serpientes, ratas de agua, codornices…
También, es obvio, había perros. Parecían felices. A pesar de las correas, siempre atendían a sus amos.
p.d. Leído en el programa "Días de Radio" de Candil Radio el 3 de Noviembre.
1 comentario
Tom Cruise -
Los mismos que piden una serpiente para comer y casi se ponen a vomitar cuando se la despachan en las narices.
Pero claro: ¡wǒ shì Xībānyá rén, Xībānyá rén, Xībānyá rén...!