FLORES PARA UNA TUMBA (LA DE LA INTELIGENCIA)
Uno de mis regalos favoritos (uno de los que más ilusión me hizo por inesperado) fue el libro de “Todo Mafalda”. Y lo recibí al cumplir los 31. Yo llegué a Mafalda no a través de los periódicos, sino de una persona que desapareció de mi vida hace ya diez años. Pero fíjense que ya no la recuerdo a ella cuando releo a Mafalda, sino a mis amigos, que trajeron dicha tan simple a mi hogar con su dádiva. Es evidente que luego viene el otro pensamiento, el de aquella persona, porque los pensamientos no saben de rencores ni de desdichas ni de penas. No saben nada los pensamientos, fluyen como instantáneas y uno los acepta o no, como en un álbum de fotos.
Y hoy he vuelto a ella, porque desde hace unas semanas estoy volviendo a Mafalda y a su singularidad. Y si Susanita le ponía flores en la cabeza a Manolito para su inteligencia porque le parecía muy triste una tumba sin flores, yo aprovecho para invitarles a poner flores en la tumba de la inteligencia de muchos que hoy nos vienen a la mente.
Yo, propongo hoy a Sarkozy.
¿Y vosotros?
p.d. Aprovecho para agradecerle a Quino públicamente el bien que me hizo en mi juventud más tardía.
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