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RUA DOS ANJOS PRETOS

RODEOKING ET LA NOUVELLE CUISINE

Pensaba que jamás vería algo peor que aquella publicidad de una inmobiliaria al ladito de la estación de Méndez Alvaro, en uno de esos viajes relámpagos que pasaban irremediablemente por Madrid. Rezaba eso de : « Los sueños no cuestan nada. Soñar, un poco más ». En nueve palabrejas de nada, toda la filosofía del consumismo certeramente expresada. Yo lo hubiera dado el Puto Nobel de Literatura al que hizo ese eslogan, pero no iba firmado.

 

Y, sin embargo, vienen los del Timoking y lo superan con creces. Hablando de su nueva hamburguesa de dos pisos, la descomunal, dicen que es MAS GRANDE QUE TU PISO. Hala, y se quedan tan anchos y me lo ponen delante de casa, porque a mano izquierda queda el Timoauto y hay que luchar con la competencia. Para rematar la faena, se han inventado a un personaje que terminará siendo el centro de las iras de « La Hora Chanante », un freakie que corre por ahí con un lazo atrapando cebollas como si fuera el King del rodeo. Es decir, que si te gusta personalizar tu timoburguer como te gusta personalizar las nike90 con el nombre de tu choni o tu móvil con escenas porno (que siempre te las han pasado, nunca te las has bajado tú) no hay problema. Te la suprimen y en paz.

Cuánto han avanzado, porque recuerdo aquella vez en la que tenía la oferta de la Sucedaneodequesotimoburguer por un euro y yo pedí una, pero sin queso, y me dijeron que no podía ser porque entonces ya no era Sucedaneodequesotimoburguer y tenían que cobrarla al precio de una Timoburguernormal y yo les decía que qué más les daba y ellos dijeron que eran las normas y que no se podía hacer nada. Que no se podía hacer nada, repetí alucinadito. No, si ahora va a resultar que el trabajo en estos antros terroristas del placer culinario va ser lo más dignificante y que se pegan tortas por entrar de los sueldazos nescafé que reparten.

Y no digo yo los tiempos de universitario, cuando intentaba que en el Pordioseromenú de turno cambiaran la Turbotimoeaudecola por una simple cerveza o las chips por los aros de cebolla. Era como si le dijeras a Salzillo que en el paso de « La Ultima Cena » sentara al Dalai Lama al lado de Judas Iscariote.

Siempre que he estado tieso he terminado, tarde o temprano, acudiendo a estos centros del marketing fácil y el picadillo chic. Y siempre salía arrepentido, repitiéndome que nunca volvería a suceder. Pero la última fue un domingo noche, hará ya cosa de un año, cuando fui al que hay al lado de casa y pedí todo lo que llevaba preparado y:

- Una hamburguesa.

- Qué tipo de hamburguesa, me dijo la empleada.

- Pues una hamburguesa, insistí, viendo que la cosa prometía.

- Hay de muchos tipos. Mire la que más le guste y dígame. Pero apártese, por favor, que hay cola, y ahora le atiendo, cuando se decida.

- Quiero una hamburguesa normal, de las de toda la vida.

- Espere un momento, que llamo a la encargada, a ver si ella le entiende.

- ¿Qué desea ? (ésa era la encargada)

- Pues quiero una hamburguesa. De las de toda la vida.

- Tiene que especificarnos qué tipo de hamburguesa quiere.

- Pues una como las que llevo comiendo desde siempre, como la que tiene ahí en el cartel y que vale 1,35 euros.

- Ah, una regular, me dijo con cara de póquer ganador la encargada, refiriéndose a esa medida tan americana de llamar a las cosas (y me lo puso en bandeja). - Mujer, muy buenas nunca han estado, pero tampoco es para que las llaméis asi. (Como decía Cyrano Depardieu : y, al finalizar, os hiero).

 

 

Bueno, pues ahora se ríen en nuestra cara y nos dicen que somos unos mierdas que estamos condenados con nuestro indigno sueldo y nuestra pocilga de cuarenta metros cuadrados máximo a migajear una timoburguer para toda nuestra eternidad hipotecada en la tierra. Y que gracias a que somos unos capullos que no podemos luchar contra el sistema que ellos se han montado a costa de nuestro sudor, pues, hala, a acudir en masa al Timoking más cercano y callar nuestra infelicidad cierta y nuestro futuro agujero negro con algo de ketchup y sucedáneo de salsa tártara. Pues anda y que les den (con una cañica rajá, que dicen en mi pueblo).

 

 

1 comentario

Mastronardi -

Socio, tienes un problema de tamaño. Me refiero al tamaño de la letra. No al tamaño de la hamburguesa.