LO SUBLIME
IRREPARABLEMENTE
Cuánto lamento ahora —y ya qué tarde—
las veces que dejé de ir a tu casa
en tus últimos años, aun sabiendo
que no era mucho el tiempo que quedaba.
Los absurdos quehaceres cotidianos
y las mentiras con que nos engaña
la vida, me impidieron a menudo
hacerte compañía, me alejaban
del ámbito armonioso en que vivías,
del cuarto aquel en el que siempre estabas,
de tu bondad, de tu sonrisa hermosa,
de tu alegre emoción cuando tomabas
con tanto amor las manos de tu hijo
en tus manos de anciana.
Eloy Sánchez Rosillo, Oír la Luz, Tusquets, 2008.
p.d. La foto, de su querido Juan Ballester.
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