YO ME SUSCRIBO AL PLAN DE PENSIONES MALAYO
Levantarse temprano no siempre está mal del todo. Despertarse con la inmejorable noticia que da Isabel García Marcos en sus declaraciones recién salida de la cárcel es estupendo. La pobre mujer. Tanto desgañitarse por las cadenas de saldo nacionales para demostrar que había en Marbella una corrupción del copón y, al final, van y la creen.
Según ella, y teniendo en cuenta que llevo desde los 24 años trabajando más o menos en serio (se entiende con contrato – sin él, desde los diecisiete), me quedan quince años para ahorrar una pasta gansa. Según ella, una persona que sea universitaria, tenga dos masters y trabaje durante un cuarto de siglo ahorrará 360.000 euros, que es lo que se le encontró en su casa cuando fueron a por ella.
Es decir, que me cago de la alegría al pensar que dentro de quince tendré esa pasta. Algo menos, porque no tengo másteres. En su defecto, una memoria de licenciatura sobre Eloy Sánchez Rosillo y dos años de doctorado. Y cursos para aburrir, eso como todos. Y chapurreo cuatro idiomas, pero no se me entiende en cinco.
Pensar que sólo me quedan 354.000 euros es pensar que voy a tener una suerte de la hostia. No sé de dónde lloverán (los euros, no las hostias – espero) pero yo me fío de la palabra de esa señora y creo en su inocencia, así que esperaré y lucharé para ello.
Quitando lo que queda de 2006, que no es demasiado, a partir del año próximo ahorraré, si las cuentas de la señora no me fallan, unos 23.600 euros anuales. A Dios le pido que diga en qué invierte ella para que mi sueldo neto de 21.000 fructifique tanto y se estire más que la mozzarella del Tele-Pizza. De momento, ya he ido pidiendo folletos en la Web de tu otro banco y cada día el de más gente.
Ah, aviso para caminantes. La señora García Ramos ha afirmado que ese dinero incautado era para el futuro de sus hijos, la pobre. Señora abnegada donde las haya. Pero que sepan mis hijos que yo no seré tan generoso y con mis 360.000 euros me dedicaré a amar la vida un poquito más y a ser un hedonista de tomo y lomo.
Se necesita mucho dinero y esfuerzo para ser un capullo.
Es lo que hay.
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