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RUA DOS ANJOS PRETOS

CLASE DE HISTORIA NACIONAL

CLASE DE HISTORIA NACIONAL

El domingo tuve la suerte de poder disfrutar de un sol terrorífico en el Parador de Jarandilla de la Vera.

Para sofocar el calor soberano que nos regía, entramos al bar a tomarnos algo con lo que disimular los sudores. En la mesa de al lado, una familia endomingada hacía lo mismo que nosotros. El abuelo no dejaba de explicarle cosas a su nieta, que asistía al espectáculo de escucharlo con incontrolados movimientos.

Yo pensé en los míos, y en las historias que mi abuelo paterno me contaba. Historias de la guerra desde un punto de vista partidista, heridas de guerra que salían por su boca con el rencor propio del que no olvida. Todo se olvida menos el hambre, decía.

Las historias del abuelo continuaron. A cada hecho que evocaba le daba un toque preciso de narración y era grato tenerlo de fondo, mientras nosotros departíamos de bodas cercanas y yo aprendía un rápido curso de fotografía.

Hasta que el abuelo se puso a recordar la gran hazaña del General Moscardó en la defensa del Alcázar de Toledo y habló de los malos que no paraban de asediar. Hasta que John Wayne vino a liberarlos a finales de septiembre del 36.

Los malos.

Comprobé la fecha rápido en mi reloj. Seguíamos a 2006. No habíamos retrocedido en absoluto. Y ese hombre hablando de los Malos.

O tempora! O mores!

p.d. para más información sobre el tema les recomiendo la página www.generalisimofranco.com (que no tiene desperdicio), y de donde he tomado prestada la foto.

1 comentario

caleidoscópico -

Qué mal asunto ese que llaman ahora la “memoria histórica”. En cuestiones de este tipo todos tenemos razón. O al menos un poco de razón. Ese abuelo que contaba sus batallitas a la nieta estará convencido, seguro, de que, de verdad, los que venían a asediar el alcázar eran los malos, malísimos, de la película que le tocó vivir. En otro punto de España, o tal vez en el mismo restaurante, en otra mesa, otro abuelete podía estar contando la misma historia a su nieta con la diferencia de que, esta vez, los malos, malísimos, eran los que defendían el alcázar.

Para mí, es obvio que los malos fueron los que se sublevaron contra el régimen democráticamente elegido. Para mí los malos fueron los que decidieron pasarse la legalidad constitucional por el arco del triunfo y se erigieron en defensores de una España como unidad de destino en lo universal (sic) utilizando las armas y la fuerza que tan bien manejan aquellos a los que el diálogo y la voluntad popular les parecen meros “palabros” sin significado alguno.

Pero el problema no es ese. El problema no es la lógica parcialidad con la que los que vivieron aquello cuentan la historia. El problema está en devolver la verdad a su sitio para que, de nuestros errores pasados, podamos aprender a perdonar en vez de a odiar. No se trata tanto de olvidar (a veces es bueno recordar) como de aprender a sacar partido de la experiencia vivida.