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RUA DOS ANJOS PRETOS

SOUVENIR DE CUENTO CHINO

Érase una vez una conferencia que se hizo en un lugar remoto e ignoto para la gran mayoría que los ancianos del lugar llamaron Kyoto. Allí, según cuenta la leyenda, al ladito de los lugares donde se cree que cayeron dos hongos venenosísimos a más no poder y que sólo portaban fuego, miedo y muerte, hongos que quemaban a tres kilómetros de distancia rostros y objetos cotidianos, que fundían con la misma facilidad mecanismos de relojería y pieles humanas. Para rematar la leyenda forjada por espíritus belicistas y poco amigos de la razón se le dio nombre a los pájaros voladores que escupieron de sus entrañas tan infectos hongos. Luego se supo felizmente que Enola Gay era sólo una hermosa canción de un grupo olvidado de los ochenta.

Se dice que nunca tendremos datos fidedignos hasta que Hollywood (o en su defecto Spielberg dirigiendo a Tom Hanks) se pronuncie al respecto y nos dé su versión de los hechos.

Pero hemos de regresar a Kyoto. En esa ciudad se juntaron todos los países buenos de causas nobles para poner punto y final al negro destino contaminado de este planeta, al que a cada hora le quitan años de vida. Como se consume a un ritmo vertiginoso gracias a nuestra mano, se pusieron a trabajar para que la capa de Ozono nos aguantara lo suficiente como para hacer que desaparezca el petróleo y no poder culparlo a él ni a las guerras por él provocadas. Hubo muchas buenas intenciones, buenos propósitos y todos iban al trabajo con la sonrisa puesta, conscientes de que era la primera vez que hacían algo decente como dirigentes políticos de naciones enteras.

Mas, como sucediera ya anteriormente en el bíblico capítulo de la Torre de Babel, no hubo concilio por parte de todos ni de casi nadie y se llegaron a conclusiones precipitadas y contradictorias, propias de la mala labor de los traductores simultáneos, quién sabe si pagados por los organismos de defensa norteamericanos, a los que no les convenía nada de lo que estaba pasando.

Se llegaba, por ejemplo, a la conclusión de que Europa contaminaba mucho y se la invitaba a reducir sus emisiones contaminantes entre un tres y un diez por ciento. Sin embargo, países como el nuestro, por haber sido buenos, recibían el premio de poder subir sus estadísticas de gases en el aire hasta en un veintisiete por ciento. En malos humos se veía rapidito que no estábamos a la altura.

Ante los resultados alarmantes y que tendrían que haber cerrado más de un Ministerio del Medio Ambiente a cal y canto, nadie se rasga las vestiduras. Desde 1990 hemos aumentado las emisiones, haciendo nuestros deberes como ejemplares conciudadanos de la UE, en un cincuenta y dos por ciento, lo que dice mucho de los apuntes que algunos tomaron en Kyoto.

Ante este dato espeluznante, los más débiles echarían la culpa de todo a las grandes empresas, pero en esto estamos metidos hasta el cuello desde el primero hasta el último. De hecho, somos el país que más coge su vehículo para recorrer una distancia de menos de tres kilómetros.

Para que luego digan que España no es un país de señoritos.

1 comentario

Luna Haze -

http://huellaindeleble.blogspot.com/

Huella indeleble informa:

Ya ha salido nuestra cuarta entrega, esta vez:

Poema: Javier Hernando
Imagen: Amaia Olmo

Para participar puede mandarnos su poema a huellaindeleble@hotmail.com

Un saludo.

La Huella