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RUA DOS ANJOS PRETOS

PREMIO A LA CERTEZA

De las noticias más refrescantes desde que he dejado de lado este espacio, por causas ajenas a mi voluntad, quizá la que me ha producido más júbilo haya sido la concesión del Premio de la Crítica al libro de poesía « La Certeza », de Eloy Sánchez Rosillo.
Han sido estos días de nolotil y sueros, de dietas blandas y hemorragias variadas. Sobre todo, de muchas sopas y más paciencia, de hacer caso a desconocidos a los que les importas lo justo para no remover demasiado la bilis de su conciencia y, a última hora, de mimos y lavados con agua de mar, que aún me duran.
No se ha completado la odisea, pero estamos aquí no para exponer dolencias, sino para denunciar alegrías, como ya he dicho.
Alegrías que vienen sin previo aviso, desde donde menos las esperamos. El premio que le han dado a Rosillo, como lo llama Alvaro Valverde en su blog (mayora.blospot.com), es de ese tipo de premios que te pertenecen un poquito y que sientes algo tuyos, que formarán ya parte de tu vida, como los trofeos que en la escuela le dan a nuestros hijos o como las victorias de nuestro equipo en la Champions.
La Certeza
es un espléndido libro, soberbio. No es el único de Eloy, que ha ido incrementando su valor literario desde Maneras de estar solo en 1978. En cada libro de Eloy se puede encontrar un poema, por lo menos, que te fustigue y que te dé de lleno donde más te sobrecogen los poemas.
A estas alturas, los que me conocen algo saben que ya de Sánchez Rosillo he dicho muchas cosas, imagino que algunas más afortunadas que otras y que no voy a resumir ahora, pues no es el momento. Estamos de júbilo y celebrando. No son horas de analizar.
Pero permitidme que diga algo sobre la persona y el poeta de La Certeza. Pues es de esas personas con las que uno se siente acomplejado en su presencia, no ya por su porte elegante (algo que siempre llama la atención) y su altura (para ser un murciano nacido de la posguerra), sino porque sientes que siempre vas a aprender algo a su lado, que siempre se desprende una lectura positiva de la vida cuando pasas un rato con él. Su filosofía de la vida, que también queda prístina en su concepto de entender la poesía, se basa en disfrutarla al máximo durante el presente. Y de ahí viene su buen hacer poético, de esa certeza. Y cuando ese presente efímero y cruel se extingue, Sánchez Rosillo recurre a la poesía para recuperarlo y recrearse en ese momento, que ya no ha de volver, pero que tampoco ha de perderse, gracias a la memoria.
Y ahora lo puedo ver, desde la distancia, paseando por su querida Murcia, disfrutando de la luz que en esa nuestra ciudad es prácticamente constante desde finales de febrero hasta finales de octubre. Luz que purifica y a la que tanto debe el poeta. La luz sureña, mediterránea, que un día le dijo a ese joven con cuaderno amante de los Cantos de Leopardi: toma, escríbeme, hazme dichosa en tus versos.
         (…) No, la luz no se acaba, si de verdad fue tuya.
Jamás se extingue. Está ocurriendo siempre.
Mira dentro de ti,
Con esperanza, con melancolía.
No conoce la muerte la luz del corazón.
Contigo vivirá mientras tú seas :
No en el recuerdo, sino en tu presente,
En el día continuo del sueño de tu vida.
« Luz que nunca se extingue » (La Certeza, 2005)

 

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