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RUA DOS ANJOS PRETOS

TAPARNOS

Mientras no paramos de quejarnos porque en Enero nieve y televisión española, es decir, la nuestra, la pública, se esfuerza hasta límites insospechados por tener al pié del cañón a un enviado especial en Houston para conocer al detalle la última hora en las evoluciones de la gravísima enfermedad de Rocío Jurado, persona que ha dado al siglo XX español tantas satisfacciones como Severo Ochoa u Ortega y Gasset, Kenia se muere de hambre y pide a gritos que se radique la pertinaz sequía y la hambruna pantagruélica que asola el país. 220 millones de dólares tienen la culpa de que en un esfuerzo conjunto de los países desarrollados, de la bondad de empresas como tabacalera o endesa se logre paliar algo tan bochornoso como el hecho de dejar que un país se muera de hambre.
Ese dinero, que Bush podría conseguir prácticamente con los intereses de un año en el banco de los beneficios que está obteniendo por la guerra de Irak (sin tener que tocar ni un céntimo de los que habrá de repotarse con el inminente conflicto armado en Iran), es una nimiedad para todos. Se están estudiando las fórmulas para que eso se haga realidad y que sea sencillo, que no perjudique en exceso los beneficios de las grandes empresas, pero de las grandes grandes, de ésas que ni siquiera sabemos que existen. Un ejemplo : proponen aplicar un gravamen a las empresas que viertan residuos nucleares por el hecho de tener licencia para excrementar en nuestros ríos toda su inmundicia.
Parece fácil, pero estoy convencido, me juego una cena con el que se apunte, a que nadie dará su brazo a torcer, puesto que resulta más que evidente que a los que compulsiva, sitemática y enfermizamente destrozan este planeta les importa un huevo que millares de keniatas se mueran de hambre por una sequía. Para colmo de males, si sigue extendiéndose la gripe aviar por Africa, dentro de poco les prohibirán comer carne avícola, lo que sería una cruel paradoja que debería hacernos sangrar por los ojos a los que tenemos la suerte de tantas ventajas.
Me da lo mismo como lo quieran hacer. Me da igual que todas las compañías del país tengan que subirnos aún más los precios (al menos, est avez sería por una causa noble y no por el cuento chino del precio del petroleo) para paliar esas muertes. Pero que lo hagan, por el amor de dios. Que se pongan por una vez a hacer algo más que endiosar sus cuentas de beneficios, a construirse un merecido aplauso de sus consumidores más inmediatos. Que, aunque sea a nuestra costa, porque siempre es a nuestra costa, resuelvan ese panorama desolador. Seguro que nosotros diremos que sí. No somos tan mezquinos como ellos.
Para poner un epílogo a esta tragedia, en el telediario Botin afirma que el techo de los beneficios de su empresa es el cielo. Que feliz ha de ser contemplar desde tales alturas la muerte de inocentes que no pagan comisiones porque no tienen ingresos. Ni siquiera alimenticios.

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