LAS NOCHES EN QUE QUIERO SER BARQUITO
Supongo que llegará un día en el que este momento del que os hablo se desvanezca e irá dejando paso a otro mucho más irrepetible, cuando entre mis brazos se encierre toda la fragilidad del mundo y esté mi hijo durmiendo en ellos. Pero, por ahora, ese momento mágico y único se hace esperar y queda sólo en lo porvenir.
Y así, tengo por delante de mí unos días emocionantes, en los que el momento inigualable de sentir toda la fragilidad de Sonia dormida en mis brazos se me da en dosis diarias. No pasa a menudo, me son robadas muchas de sus noches, el horario laboral me arrebata el deseo de apaciguar sus pesadillas y dormirlas en un escenario edénico.
Es un goce sencillo, para muchos quizás ridículo. Lo cambiarían bastantes por otras certidumbres y no soy yo quién para reprochar nada. Pero dejadme a mí con el rostro de Sonia durmiendo en mi pecho, con ese compás de dos respiraciones unidas y con sentir que soy el barquito del que hablaba Stevenson, que la lleva a orillas serenas, donde sólo los sueños habitan.
p.d. la foto, archiconocida, lleva su propia firma
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