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RUA DOS ANJOS PRETOS

FIEBRE Y LANZA AGAIN

FIEBRE Y LANZA AGAIN

 

Yo siempre había considerado que Javier Marías era una lectura ñoña porque sabía de él a través de tres ñoños con los que compartía clase en la Facultad de Letras. Recuerdo que Araceli, Agustín, Teresa y yo – conocidos como La Contra Nicaragüense - les habíamos puesto mote, pero no recuerdo cuál. Extradité, por tanto, a Marías de mis lecturas obligadas, como lo hice con Marsé por su El Amante Bilingüe.

Pero quiso el azar que yo obtuviera un premio literario cuyo importe era un lote de libros al gusto del consumidor en una librería de pueblo donde siempre se aplica la oferta y la demanda de las novedades más alfaguaras o planetarias. Y quiso el azar doblemente que después de hecha la selección me quedara el dinero suficiente para elegir dos más. Puse el sónar a funcionar y mi sexto sentido me advirtió de la presencia de un título: “Negra espalda del tiempo”. Me lo llevé a casa. Ese título poderoso, shakesperiano (entonces no lo sabía, era obvio, ¿quién lee a Shakespeare en una Facultad de Letras? Quiero decir: ¿quién lee VERDADERAMENTE a Shakespeare?), me atrapaba ese verano temprano y me puse una noche de calor murciano a leérmelo. Tardé dos noches en finiquitarlo sin dejar de pensar cuán equivocado estuve con los ñoños.

Ustedes dirán los prejuicios y estaré de acuerdo. Pero habrán de reconocer que, con el paso del tiempo, uno se va quitando esas cancerígenas placas de prejuicios, esas ronchas de la desconfianza en el ente humano y va pensando que, conforme vamos llegando al postrer momento, todo se va haciendo más y más relativo. ¿O acaso nunca se han dicho cómo es posible que nuestros padres piensen ahora así o que nuestros amigos salgan con una tan fea, ellos que siempre dijeron lo que dijeron de las feas?

Los prejuicios contra Marías regresaron con más fuerza a mi vida unos meses después. Había una estúpida dialéctica, un debate enfermizo y macabro en mi ciudad entre los intelectuales gubernamentalizados del lugar. En mi Región había que ser de Arturo Pérez Reverte, que para eso era paisano. Y no había que serlo, sino HABÍA-QUE-SERLO. Y eso, implicaba directamente RIDICULIZAR A JAVIER MARÍAS. ¿El por qué? Sólo los que conocen la verdadera fórmula de la Coca-Cola lo saben. Yo, por aquel entonces, lector asiduo de ambos, distinguía que había una gran diferencia narrativa entre ellos. Incluso el propio Pérez Reverte lo sabía y tampoco entendía esa persecución tan murciana a Marías, del que él, por otra parte, siempre había hablado bien cuando fueron compañeros de semanal.

Y un día, el máximo representante defensor de ese antagonismo radical y abrumador me llevó a su programa y dije en él que “Negra Espalda del Tiempo” era uno de los mejores homenajes que se le habían hecho a Cervantes y a su forma de entender el Quijote. Yo me refería a la segunda parte de éste, a ese juego donde Cervantes YA ES EL AUTÉNTICO NARRADOR del Quijote y donde la realidad forma parte de la ficción. Juego que en la primera parte no existe porque no es necesario para la narración. Sin embargo, al igual que ocurre en Marías, los hechos acaecidos en los dos tiempos de la novela (el tiempo del autor y el tiempo del narrador) confluyen de manera extraordinaria y le confieren al Quijote esa vuelta de tuerca que lo convierte en el Best Seller universal.

Sólo defendí lo obvio o eso creía yo. No antepuse en ningún momento a Marías a Pérez Reverte, ni lo pretendí. Es como comparar a García Márquez con Agatha Christie, abominar de uno para enaltecer al otro. Es, simplemente, una cuestión ridícula. Pero en la mirada del regidor vi que nunca más regresaría a ese programa de radio, como así ocurrió, mientras él estuvo a su cargo.

Ahora, casi diez años después de todo aquello, vuelve el placer de la lectura de las aventuras de Deza. Pero con la sencilla y simple victoria de saber que cuando acabe Fiebre y Lanza, su primera crónica, me esperan impacientes dos más. Algo que antes no sucedía. Y con la sencilla y simple victoria de saber que, a unos cientos de kilómetros, mi bien estimado Tucumán hace lo propio, hace necesario un futuro encuentro con muchas cervezas para comentar la excelencia.

Seremos dos auténticos ñoños charlando, disfrutando del ñoño.

1 comentario

Jose -o Tucumán- -

Sigue habiendo muchos De la Garza por el mundo, compañero.