DESCANSADA VIDA
La vida de los edificios, como la de las personas, es de lo más curioso. Uno levanta en el siglo XIII un hospital de beneficencia y termina siendo una sucursal de un banco cualquiera. En mi amada Murcia, uno de los edificios más hermosos que existen es el de la antigua Convalecencia , hoy sede del rectorado. Aquí , donde ahora resido, la antigua cárcel es el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo.
El otro día, leyendo un periódico granadino, tuve la certeza de encontrarme con mi pasado, un pasado al que acudo mucho, preñado de recuerdos, de esos que perviven siempre. Allí conocí a unos cuantos que se han hecho inseparables e imprescindibles, a pesar de la distancia que nos ata.
Era entonces una academia de español para extranjeros, donde tuve la suerte de trabajar como profesor, a pesar de que sus dueños nos explotaban hasta las mil quinientas. El lugar, según nos dijeron, era del siglo XVI y mi habitación era muy monacal, pequeña y austera. Me sentía en ocasiones como Felipe II en Yuste. Al lado estaba la plaza de San Miguel Bajo y la iglesia de Santa Isabel la Real. Pero creo que ya he hablado de eso en algún otro lugar. El monasterio, donde residían, era nuestra particular y concurrida academia .
Hoy el edificio ha sido rehabilitado y convertido en Hotel . Uno de esos con encanto. Hace mucho que no visito aquello y de ahí la sorpresa. No sé que habrá sido de mis antiguos jefes. Prefiero no saberlo. Pero hay una sensación extraña en pensar que el edifico donde dormí durante unas cuantas semanas es hoy un hotel de los que tienen encanto. Quizá sus dueños actuales no sepan de las múltiples historias que se entrecruzaron en sus pasillos, de las fiestas internacionales que vivimos en su hermoso patio, de las impagables veladas practicando el castellano en sus terrazas. Pero convencido estoy que ese espíritu de confraternización pervivirá en el hotel.
A mí ya me han enganchado.
2 comentarios
dih -
Lèzard -
¿Cuándo vamos?