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RUA DOS ANJOS PRETOS

LA SERENIDAD DE RELATAR EL MUNDO

LA SERENIDAD DE RELATAR EL MUNDO

La primera vez que tuve la inmensa suerte de escuchar a Saramago en público ya me lo dije. Fue en el 94 y él hablaba de Ricardo Reis, como heterónimo de Pessoa y personaje suyo.

Lo que me dije fue que esa forma de hablar de los poetas portugueses, de los escritores lusos, en definitiva, era especial. Tenía algo. No acertaba a dar con ello. En un momento dado, recitó a su amado Pessoa y continuó con la conferencia, pero mudando a su lengua materna. La fascinación del público fue tal que todos callamos, sin reparar el daño (que no fue tal). Sólo Pilar del Río se atrevió a corregirlo.

Fue la serenidad a la hora de relatar las cosas del mundo lo que tanto me emocionó. Esa serenidad que todos deberíamos de tener para relatar y así mejor comprender el mundo. Una serenidad que viene desde muy lejos, que sólo aprehende; y que, por fortuna, este verano pasado de nuevo encontré entre as ruas de Évoramonte, Marvão, Castelo de Vide y demás lugares del Alentejo.

Una serenidad que había leído y hecho mía ya desde mis encuentros con Lisboa, con los versos de Sophia de Mello, que había perseguido entre las olas y los puestos de sardinas del Algarve.

Esta mañana, conversando con Nuno Júdice – sí, tuve ese pequeño placer – he vuelto a tropezarme con esa serenidad tan de ellos. Para mí ha sido un momento mágico, a pesar de la lluvia y de las horas inapropiadas para la poesía.

Algún día, espero alcanzar esa serenidad para relatar el mundo. Aunque éste, parece, ya se ha cansado de los hombres.

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